Esclerosis múltiple (EM)

Tóxicos ambientales como desencadenantes potenciales

En las últimas décadas, la aparición de la esclerosis múltiple ha aumentado significativamente y sobre todo en los países industrializados. El primer descubrimiento de la esta enfermedad era en la década de 1870, cuando se introdujo la amalgama (52 % mercurio, altamente tóxico) como material dental. En 1989, Ahlrot-Westerlund, detectó altos niveles de mercurio en el líquido cefalorraquídeo de los pacientes con EM; los valores se multiplicaron por 7,5 veces. Una vez que los pacientes con EM dejaron de recibir la amalgama tóxica, los valores sanguíneos mejoraron, los indicadores patológicos en el líquido cefalorraquídeo se redujeron, los síntomas psicológicos como la depresión, la agresividad e incluso el comportamiento psicótico disminuyeron.

Los experimentos con animales han demostrado que numerosos tóxicos ambientales cotidianos causan un cuadro clínico que corresponde con la EM.

La relación entre la EM y las infecciones latentes crónicas y virus / bacterias es evidente para muchos científicos.

En términos concretos, se ha demostrado que cada antígeno del sistema nervioso central puede desencadenar una inflamación autoinmune cuando se administra de forma experimental (Gold y Brück, 2007). Los pacientes con Alzheimer desarrollaron una EM después de la vacunación con péptidos amiloides, y se han registrado casos en los que pacientes desarrollaron una EM después de la vacunación antirrábica.

En mi experiencia clínica y la práctica específica hemos detectado varias enfermedades en numerosos pacientes con EM. Ha sido posible identificar neurotoxinas (veneno nervioso) e infecciones crónicas a la vez, como por ejemplo la enfermedad de Lyme y sus coinfecciones, así como el virus de Epstein-Barr.

A menudo hemos sido capaces de lograr una ausencia total de síntomas típicos de la EM.

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